En octubre de 1823 el rey Fernando VII recobró todo el poder como efecto de la invasión del ejército francés denominado “Los cien mil hijos de San Luis”, enviado por las monarquías absolutistas europeas. El rey derogó la legislación que se había venido aprobando durante el Trienio Liberal, instaurando de nuevo un régimen absolutista.
Gran número de liberales españoles debieron de exiliarse, en tanto que quienes se quedaron fueron reprimidos.
El general Rafael Riego –cuyo pronunciamiento de 1920 provocó la instauración del régimen liberal– fue ahorcado, y posteriormente su cadáver sería decapitado en la Plaza de la Cebada de Madrid. En toda Europa se produjo un movimiento de solidaridad entre los liberales, con especial protagonismo de los miembros de la masonería, para contribuir a cambiar el régimen de España.
Uno de los lugares donde más intrigas se gestaban era en Gibraltar, con una amplia colonia de comerciantes y militares masones, gozaba de la ventaja añadida de su proximidad con Andalucía, la zona de España más intensamente liberal.
A lo largo de 1824 los exiliados liberales que vivían en Inglaterra y Francia fueron recabando apoyos financieros de sus correligionarios extranjeros para organizar levantamientos armados similares al que en 1820 propició el advenimiento del Trienio Liberal. También se fue produciendo un flujo de voluntarios liberales extranjeros hacia Gibraltar, dispuestos a apoyar el levantamiento de sus compañeros españoles. La principal organización conspiradora era el grupo masónico llamado Sociedad de los Caballeros Comuneros.
A las 10 de la noche del día dos de agosto zarparon de Gibraltar tres faluchos con 65 voluntarios liderados por el antiguo coronel Francisco Valdés; eran pilotados por un famoso contrabandista de ideología liberal llamado “El Borrascas”. Pero el fuerte viento de Levante impidió que siguieran su trayecto hacia la costa de Málaga, por lo que decidiendo virar dirigiéndose en dirección opuesta, y desembarcar en Tarifa.
Asaltaron por sorpresa el presidio de Santa Catalina, donde cumplían condenas un centenar de presos, guardados por un centenar de soldados. Unos 60 presidiarios con condenas menores, algunos tarifeños y casi todos los soldados del presidio se unieron a los sublevados. Pocas horas después estaban rodeados por fuerzas gubernamentales españolas y soldados franceses provenientes de Algeciras; al cabo de unos días eran 14 barcos y unos tres mil soldados los que les asediaban.
En la noche del 6 de agosto 49 voluntarios uniformados con camisas rojas, y liderados por el antiguo coronel Pablo Iglesias González, embarcaron en Gibraltar hacia Almería en el bergantín inglés Federico. Formaban parte del grupo varios ilustres liberales extranjeros comprometidos con sus correligionarios españoles; entre ellos destacaba el antiguo general del ejército francés Cugnet de Montarlot y los activistas irlandeses Thomas Reiss y Wlliam Gusty. Les acompañaba también el célebre periodista español Benigno Morales, editor del periódico madrileño liberal El Zurriago.
Pero el ataque de Tarifa había puesto en aviso a las autoridades, cuyos informadores descubrieron, detuvieron y torturaron a los cómplices almerienses.
La navegación de los expedicionarios se complicó, no llegando a poder hacer el desembarco hasta la madrugada del día catorce. Y cuando los coloraos llegaron a la playa cercana a Almería, el cuerpo de «voluntarios realistas» (de ideología absolutista y a las órdenes del gobierno) les estaba esperando. Muchos voluntarios liberales murieron allí mismo, en tanto que el resto se dispersó, retirándose la mayoría hacia la sierra de la Alhamilla. Un grupo se concentró el cerro de los Cuernos, donde trató de defenderse ante unas fuerzas muy superiores.
Durante los siguientes días todos los coloraos fueron capturados. Sin que se llegara a celebrar juicio alguno, el día veinticuatro de agosto sacaron de la prisión almeriense a los veintidós expedicionarios capturados, siendo llevados hasta la Rambla de Belén (a la altura de la calle Granada, entonces fuera de la ciudad) donde fueron colocados de rodillas y fusilados por la espalda. Entre ellos estaban los mencionados liberales extranjeros. Al único que no fusilaron aquel día fue al comandante de la expedición.
Para Pablo Iglesias tenían previsto un juicio público. Éste se celebró en abril de 1825 y duró varias semanas. Condenado a muerte, Iglesias González sería ahorcado en Madrid el 25 de agosto. Su ejecución le inspiraría a Benito Pérez Galdós su obra El Terror de 1824.
Los sublevados de Tarifa aguantaron el asedio durante diecisiete días. Unos 160 fueron capturados, entre ellos el ex coronel Francisco Valdés. Tras un juicio verbal y sumarísimo casi todos los liberales capturados en Tarifa fueron fusilados en las tapias de cementerio de Algeciras.
En cambio, el capitán Pedro Valdés y unos 36 voluntarios pudieron evadirse en unas lanchas hasta Tánger.
En Almería se levantó un monumento a los Mártires de la Libertad pero en 1943 fue derruido por las autoridades franquistas. En 1987 se erigió el llamado Pingurucho de los coloraos de Almería (por el color de sus uniformes) en su memoria.
Cada 24 de agosto se celebra un acto conmemorativo en el recuerdo de la expedición de los coloraos de Almería.
Que sepamos, nada hay que recuerde la gesta de los insurrectos de Tarifa fusilados en las tapias del cementerio de Algeciras.
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