A partir del año 35.000 a.C. se organizaron en clanes, que agrupaban a quienes poseían un antepasado común, al que adoraban. Ese símbolo, objeto de devoción podía ser una planta, un animal, una persona o incluso un mineral, y es conocido con el nombre de tótem.
El culto a los muertos aparece con el hombre de Neanderthal, hace 150.000 años. Por temor a que sus cadáveres, volvieran a la vida como espíritus malignos, los enterraban atados, y por la posibilidad de una vida posterior, colocaban junto a sus tumbas, comida, armas, adornos y utensilios.
La manifestación artística del Paleolítico, está constituida por las pinturas rupestres, a las que atribuían un sentido mágico, a cargo de los hechiceros o chamanes. Al pintar en sus cavernas, sobre piedra, a los animales que cazaban, creían que lograrían capturar mayor número de presas, a las que grababan usando el polvo de carbón de las hogueras y tinturas vegetales mezcladas con grasa. El instrumento usado para pintar eran sus propias manos o pinceles que hacían con pelos de animales.
Los mejores exponentes de estas pinturas rupestres, se hallan en las Cuevas de Altamira (España), en la de Lascaux (Francia), y en la del valle de Ardèche (Francia).
En el Paleolítico superior, aparecen esculturas, sobre todo de figuras femeninas, talladas en piedra, marfil y hueso, presumiblemente relacionadas con el culto a la fertilidad, ya que están más destacadas las partes del cuerpo relacionadas con la maternidad.
La vestimenta, realizada con cueros de animales, fue empleada desde épocas muy remotas, para protegerse del frío, pero también como ornamento.
Con el descubrimiento de la agricultura, aproximadamente hace unos 7000 años a. C. aparece el período Neolítico.